Circular centro de Madrid y por otras ciudades
Circular por las ciudades más emblemáticas de nuestra geografía se ha convertido en un auténtico calvario para quienes las visitamos en coche.
Accesos restringidos (APR), zonas peatonales, inexistencia de espacios para estacionar, señalización en muchos casos ininteligible o de difícil visualización, todo ello unido a las correspondientes multas por infringir, en la mayoría de los casos involuntariamente, las normas de movilidad en estas ciudades son los ingredientes de un coctel amargo que tienen que beberse los automovilistas que se atreven a coger su propio coche.
Expulsar a los coches de los núcleos urbanos se ha convertido en el deporte favorito de alcaldes y concejales, y no escatiman recursos para ello. Tómese como ejemplo la ciudad de Madrid. Si bien, el discurso es el mismo en todos los casos: hacer una ciudad más amigable, mejorar la calidad ambiental, recuperar los espacios públicos o devolver a las personas el protagonismo perdido a favor del coche.
Sin duda en algunas ciudades que tienen un casco histórico-artístico reconocido como de interés cultural este tipo de actuaciones no requieren justificación alguna, y son necesarias para preservar su integridad. Restringir los accesos, peatonalizar las zonas donde radican los monumentos sirve para realzar su belleza y ayuda a su conservación.
Si lo anterior tiene su justificación, pretender cerrar al tráfico o restringir el acceso a los vehículos simplemente para darle más protagonismo al peatón o supuestamente por razones medioambientales no tiene mucho sentido. En este último caso, lo único que se consigue es que desaparezcan los pequeños comercios, se eleven los precios de las viviendas, y se queden las calles desiertas cuando acabe el horario laboral. Eso sí, los ayuntamientos recaudarán más por impuestos a los vecinos por sus viviendas que se encuentran en esas zonas, y las plusvalías que le generarán la existencia de grandes centros comerciales en la periferia a donde acudirán los propios vecinos y los habitantes de las poblaciones cercanas.
Para los propios vecinos, estas actuaciones municipales les supone en muchos casos graves perjuicios, empezando porque en la mayoría de las ocasiones suelen ser zonas en las que los edificios, por los años en lo que fueron construidos, no cuentan con plazas de garaje y tienen que buscar aparcamiento lejos de sus domicilios. Descargar la compra semanal previamente adquirida en esa gran superficie que está a las afueras de la ciudad se convierte en toda una odisea.
Pero sobre todo los más perjudicados son aquellos que por razones personales o profesionales, o simplemente por hacer turismo se disponen a circular por esas ciudades. En muchos casos el desconocimiento de la zona por donde circulan provoca que sin intención alguna se cometan infracciones, porque se habrán introducido en barrios donde la circulación está restringida o habrán estacionado donde está limitado o prohibido el estacionamiento. Y en este caso, la sanción caerá sin contemplación alguna y de nada servirá recurrir la multa alegando no haber visto con antelación la correspondiente señal o sencillamente lo difícil que supone interpretar su contenido.
Para conseguir sus objetivos, los ayuntamientos harán un despliegue de todo tipo de artilugios que les permitan controlar los accesos y en consecuencia poder sancionar a los intrépidos conductores que se han aventurado a circular por sus calles.
La estrella de todos ellos es sin duda las cámaras de grabación en los accesos a estas zonas. Su función es la de vigilar que sólo acceden los vehículos autorizados, e identificar a los que no lo están para posteriormente puedan ser sancionados. Son elementos caros pero que quedan amortizados en poquito tiempo.
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Pero también recurrirán a plantar señales de todo tipo y colores, a ser posible en zonas de difícil visualización, con textos farragosos que se supone el conductor debe leer, interpretar y actuar en consecuencia al tiempo que conduce su vehículo, ya que si no lo hace estará infringiendo las normas de circulación. Y como España es tan rica en cultura, en muchos casos los textos estarán redactados en las lenguas vernáculas lo que hará mucho más fácil su comprensión para los foráneos.
El resultado de todo esto es que cuando volvamos de vacaciones tengamos en nuestro buzón un recuerdo de algún lugar que hayamos visitado y que no será precisamente una postal, sino nuestra contribución obligada al sostenimiento de las arcas municipales.
Como reza el conocido aforismo romano, LEX. DURA LEX.
Eugenio de Dobrynine - Abogado de CEA
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