Cada vez se nos hace más difícil circular por el interior de nuestras ciudades. Restringir los accesos a las zonas centrales de las ciudades forma parte de las políticas de movilidad de la mayoría de los consistorios.
Circular por las ciudades más emblemáticas de nuestra geografía se ha convertido en un auténtico calvario para quienes las visitamos. Accesos restringidos (Por ejemplo, APR Madrid), zonas peatonales, inexistencia de espacios para estacionar, señalización en muchos casos ininteligible o de difícil visualización, todo ello unido a las correspondientes denuncias por infringir, en la mayoría de los casos involuntariamente, las normas de movilidad en estas ciudades son los ingredientes de un coctel amargo que tienen que beberse los automovilistas que se atreven a coger su propio coche.
Las razones que se invocan suelen ser las mismas en la mayoría de los casos: hacer una ciudad más amigable, mejorar la calidad ambiental (protocolo contaminación) algo muy en boga en la actualidad, recuperar los espacios monumentales, o que los vecinos puedan transitar sin la presencia de coches.
Sin duda en algunas ciudades que tienen un casco histórico-artístico reconocido como de interés cultural este tipo de actuaciones no requieren justificación alguna, y son necesarias para preservar su integridad. Restringir los accesos, peatonalizar las zonas donde radican los monumentos sirve para realzar su belleza y ayuda a su conservación.
Si lo anterior tiene su justificación, cerrar al tráfico o restringir el acceso a los vehículos conlleva en muchos casos que los conductores que visitan esas ciudades se vean en situaciones comprometidas.
Por regla general, los más perjudicados son aquellos que por razones personales o profesionales, o simplemente por hacer turismo se disponen a circular por esas ciudades. En muchos casos el desconocimiento de la zona por donde circulan provoca que sin intención alguna se cometan infracciones, porque se habrán introducido en barrios donde la circulación está restringida o habrán estacionado donde está limitado o prohibido el estacionamiento. Y en este caso, la multa caerá sin contemplación alguna y de nada servirá alegar no haber visto con antelación la correspondiente señal o sencillamente lo difícil que supone interpretar su contenido.
Cada vez son más los municipios que instalan cámaras de grabación en los accesos a estas zonas. Su función es la de vigilar que sólo accedan los vehículos autorizados, e identificar a los que no lo están para posteriormente puedan ser sancionados. Son elementos caros pero que quedan amortizados en poquito tiempo.
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Señales de todo tipo y colores, a ser posible en zonas de difícil visualización, con textos farragosos que se supone el conductor debe leer, interpretar y actuar en consecuencia al tiempo que conduce su vehículo, suelen proliferar en estos casos, lo que provoca que se infrinjan las normas de circulación. En muchos casos los textos estarán redactados en las lenguas vernáculas lo que hace mucho más fácil, sin duda, su comprensión para los foráneos que gustosamente pagaran la correspondiente sanción por su incumplimiento.
Eugenio Dobrynine Sirvent - Abogado CEA
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